En pleno siglo XXI los hospitales
han dejado de ser un espacio frío de dedicado exclusivamente a la ciencia para
dar paso a espacio centrado en la persona, en el que conviven diversos grupos
como son los sanitarios, administrativos, pacientes, personal de limpieza, de
cocina, etc. Por ello resulta importante el diseño de hospitales funcionales
con espacios más abiertos, luminosos, donde la eficiencia y la calidad
asistencial puedan ser ofertadas en las mejores condiciones tanto para el
paciente como para los profesionales sanitarios, lo que supone una garantía
para ambos colectivos. El compromiso de los sistemas nacionales de salud con el
estándar de calidad basado en la
experiencia del paciente ha actuado como un agente catalizador, impulsando un
cambio en el diseño y distribución de espacios en el sector sanitario.
En este sentido en lo últimos años ha
surgido una corriente de diseño arquitectónico tendente al rediseñar estos
nuevos fríos gigantes de ladrillo para darles un aspecto más acogedor. Hasta
ahora, el concepto de hospital que todos tenemos en mente es un edificio
vertical de interminables plantas y angostos pasillos por los que circulan
médicos y pacientes. Sin embargo, este estandarizado diseño cuenta con
innumerables inconvenientes al depender de numerosos medios mecánicos para
llevar a cabo desplazamientos verticales, que además implican una elevada
cantidad de tiempos muertos, generando un impacto negativo en la operatividad
de la actividad asistencial, lo que repercute en el nivel de calidad ofertado
por el hospital.
La implementación de hospitales modulares da lugar a un
espacio sanitario evolutivo, permitiendo al edificio adaptarse a las
necesidades sanitarias de cada momento, redefiniendo su propia estructura para
dar respuesta de forma rápida y flexible a las necesidades sanitarias. Esto
se debe al empleo de estructuras modulares ligeras y fácilmente instalables,
que gracias a su estructura poco porosa generan, además, ambientes más higiénicos,
ya que los microorganismos proliferan con mayor facilidad sobre superficies
porosas, como es el caso del yeso.
Ejemplo de ello son los numerosos
hospitales de campaña instalados en la actualidad en todos los países del mundo
como consecuencia de la pandemia del COVID-19. El más famoso de ellos en España
es el Hospital de IFEMA; levantado
en tan sólo 3 días, fue proyectado para albergar un máximo de 5.550 camas, 500
de ellas de UCI. Además, un espacio horizontal facilita no sólo la comunicación
y la interconectividad entre las distintas áreas del hospital, agilizando el
trabajo, el flujo de información y la protocolización de la actividad, sino que
permite que posibilita una adaptabilidad por parte de los gestores al poder
prever futuras funcionalidades que puedan darse en el futuro, lo que desemboca
en una gestión más eficiente de los espacios.
Fuente:
Comunidad de Madrid
Este tipo de hospitales resultan
más atractivo desde un punto de vista económico, ya que su modularidad les
permite ser montados y desmontados en un corto espacio de tiempo, no siendo
necesaria su demolición y construcción cada vez, lo que encarece enormemente
los costes. Como consecuencia de esto último también se reduce la
siniestralidad laboral, en cerca de un 70%. La mano de obra también se reduce
sensiblemente, así como el tiempo que se tarda en iniciar la actividad
asistencial a la población, hechos todos estos que dan como resultado un claro
incremento de la rentabilidad de la inversión realizada.
El medioambiente también resulta
beneficiado de este tipo de arquitectura, ya que por un lado se emplean
materiales ecofriendly en la construcción de los diversos módulos y por
otro se reducen enormemente la cantidad de residuos generados en comparación
con la metodología convencional de construcción y demolición de edificios.
Así pues, este tipo de construcción
más respetuosa con nuestro planeta, más económica y saludable parece que ha
llegado para quedarse.