La pasada semana y coincidiendo
con el centenario de la Teoria de la Relatividad, científicos del Observatorio
de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO) anunciaron la
detección, por primera vez en la historia, de ondas gravitacionales originadas en
el choque de dos agujeros negros situados a más de mil millones de años luz de
la Tierra.
Kip Thorne,físico teórico (fuente: El País) |
Estas
ondas son básicamente perturbaciones del espacio-tiempo producidas por objetos
supermasivos que se mueven a gran velocidad. Su detección nos permitirá observar el Universo como hasta ahora nunca lo
habíamos hecho. A diferencia de lo que ocurre con los telescopios ópticos las ondas gravitacionales nos permitirán obtener información procedente
directamente de los agujeros negros u observar cómo la masa se colapsa en el
interior de una estrella moribunda. La astronomía no será la única en beneficiarse del descubrimiento, la física se verá aventajada al poder
obtener información de cómo se comportan los átomos en condiciones extremas de
radiación, presión y temperatura, experimentos cuyas condiciones serían impensables
reproducir a escala de laboratorio en La Tierra.
El LIGO no es el único
instrumento destinado a la detección de ondas gravitacionales. En la actualidad
existen otros grandes proyectos científicos en marcha, entre los que se
encuentran los observatorios terrestres VIRGO (en Italia) y KAGRA (en Japón).
Especial mención merece el futuro observatorio espacial de ondas
gravitacionales LISA desarrollado por la Agencia Espacial Europea (ESA), que
usará satélites para detectar ondas gravitacionales de baja frecuencia que no
podremos detectar desde la Tierra.
El descubrimiento probablemente le
valga el Nobel de Física a Kip Thorne, el padre del LIGO.
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