21 enero 2016

Lento pero inmortal

A principios de este mes, científicos del Instituto Nacional de Investigación Polar de Japón (NIPR, por sus siglas en inglés) ha “revivido” un Tardígrado (M. tardigradum), comúnmente conocido como “Oso de agua”, tras llevar 30 años congelado en unas muestras recogidas en la Antártida cerca de la base polar japonesa de Showa.

Eye of Science/Science Photo Library
Los tardígrados son animales invertebrados microscópicos (0.5 mm de longitud aprox.). Bautizados por el biólogo italiano Lassaro Spallanzani, son seres extraordinariamente lentos, que nos recuerdan al oso perezoso en sus movimientos. Se hallan frecuentemente cerca de líquenes o musgos, ya que, aunque se han encontrado algunas especies de tardígrado carnívoras, la mayoría de ellas son herbívoras.

Capaces de sobrevivir prácticamente en cualquier ambiente de la  Tierra, han sido encontrados en lugares tan diferentes e inhóspitos como la cima del Himalaya, las Fosas Marianas, aguas termales o a 80 m bajo la superficie de la Antártida. Quizás el caso más sorprendente lo constituya el experimento realizado por la ESA (Agencia Espacial Europea, por sus siglas en inglés) en 2007 en el que, durante la misión FOTON-M3, expuso diversas especies de tardígrado a radiación UV, vacío, ionización solar y radiación cósmica. Los resultados demostraron que el tardígrado eran la primera especie animal capacidad de sobrevivir a las condiciones extremas del espacio.


Su extraordinaria capacidad de adaptación se debe principalmente a la capacidad que poseen de entrar en “animación suspendida” cuando las condiciones ambientales no son las idóneas. Pero, ¿cómo lo consiguen? Pues bien, esto lo hacen básicamente reduciendo sus procesos metabólicos al mínimo; de hecho son capaces de reducir su contenido en agua a menos del 1% de lo normal. En estas condiciones, y contrariamente a lo esperado, sus células, e incluso sus huevos son capaces de sobrevivir sin sufrir daño celular. Investigadores de diversas universidades sugieren que complejos mecanismos asociados a la configuración del ADN y a su reparación están detrás de esta capacidad. Entre ellos destacan los de la University of North Carolina, que apuntan a la posibilidad que los tardígrados sean capaces de incorporan en su propio ADN fragmentos del de otras especies, creando así no sólo un mosaico de genes sino una revolución en nuestra forma de concebir la evolución.

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